¿Podemos considerar al ingeniero de audio como un agente más dentro del proceso creativo? Aunque si nos atenemos al “reparto” actual de la propiedad intelectual no es así, en mi opinión, creo que sí deberíamos considerar al ingeniero como parte integrante de ese puzzle artístico – tecnológico que conforman las creaciones artísticas actuales gestadas en el estudio de grabación. El increíble desarrollo tecnológico de la última década ha creado definitivamente una nueva figura de artista basado en la simultaneidad del proceso de producción, creación y mezcla. A este respecto, Michel Chion ya había preconizado este nuevo orden al afirmar que “el empleo personal de los medios electrónicos, donde cada músico consigue un determinado empaste sonoro o una determinada “mezcla”, hace posible “individualizar corrientes y tendencias musicales ligadas a la modalidad de grabación y al uso de determinadas máquinas” (M. Chion, 1994: 50). Hay por tanto una relación intrínseca entre la creación basada en ingredientes estrictamente musicales (melodías, ritmos, texturas, etc.) y sus guarniciones tecnológicas (compresión, reverb, delays, etc.), sin las cuáles la obra pierde su impacto en el oyente. Del mismo modo que la música tonal llegó a asentarse, después de siglos de evolución, en la educación auditiva del oyente occidental creando determinados comportamientos “predecibles”, creo que existen determinados recursos tecnológicos que el oyente actual “espera oír” y que han terminado por convertirse en el corpus básico de los recursos del ingeniero de audio.
Pero el peligro de esta estandarización reside en la perdida de las referencias sonoras originales. Nos encontramos ante una situación donde algunos ingenieros – artistas no saben cómo suena el audio sin compresión, es decir, su sonido natural. Picasso era un genio creativo, pero abordó su arte de manera sistemática, primero dominando las artes plásticas naturales antes de cambiar a su periodo cubista (B. Katz, 2002: 121). Aunque el estudio de grabación constituya nuestro “centro de trabajo”, al igual que Bob Katz, creo que es imprescindible que un ingeniero de mezclas sepa cómo capturar el sonido natural antes de pasar a lo abstracto. Durante el proceso de formación técnico es por tanto imprescindible conocer el sonido verdadero de los instrumentos y su comportamiento acústico como paso previo a su captación microfónica. Cuando la música moderna comenzó a enfatizar el ritmo fue cuando muchos instrumentos comenzaron a perderse bajo su energía, inspirando las posibilidades creativas de los compresores y un estilo totalmente nuevo de grabación y mezcla que cambiaría el modo de escucha del oyente definitivamente. La incursión de nuevos dispositivos de mezcla como la consola SSL, con un compresor en cada canal, cambiaría el sonido de la música grabada para siempre, permitiendo aplicar la técnica como “factor creativo” y convirtiendo al ingeniero en agente activo de dicho proceso.
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