En alguna ocasión, los alumnos me preguntan qué base científica tienen las diferentes técnicas microfónicas que desarrollamos dentro del estudio de grabación. Es evidente que esa base científica existe desde el momento en el que elegimos el tipo de transductor (dinámico o condensador), analizamos las especificaciones técnicas de éste (sensibilidad, respuesta en frecuencia, patrón polar, etc.) o valoramos las características tímbricas de la fuente que pretendemos registrar. Detrás de muchas de las técnicas que utilizamos, encontramos las investigaciones de ingenieros que escribieron la historia de la ingeniería de audio durante el siglo XX como Alan Blumlein, Harvey Fletcher o Jürg Jecklin.
Pero existe también otro camino "menos científico" que ha permitido llegar a muchas de las técnicas que se utilizan en la actualidad y que tiene que ver con la intuición de muchos ingenieros, que a partir de los años 50 en adelante comenzaron a cambiar la imagen del "científico de bata blanca" que experimentaba con sonidos dentro de un laboratorio. Este perfil más artístico del ingeniero de grabación puede llegar a valorar las decisiones técnicas desde un punto de vista más intuitivo, aunque por supuesto no carente de una base científica.
Para ilustrar esto, reproduzco un fragmento del libro publicado con las memorias de Geoff Emerick, el ingeniero de The Beatles en Abbey Road (tras un primer período en el que la banda de Liverpool trabajó con Norman Smith), donde describe cómo comenzó a cambiar las normas en la colocación de los micrófonos de la batería:
"[...] Empecé a oir un sonido de batería en mi cabeza, y creí saber cómo conseguirlo. El problema era que mi idea contravenía directamente las estrictas reglas de grabación de EMI. Preocupados por el desgaste y la conservación de su cara colección de micrófonos, los jefazos del estudio nos habían advertido que no colocáramos nunca los micros a menos de sesenta centímetros de la batería, especialmente del bombo [...]. Me dirigí disimuladamente al estudio y acerqué el micro de la caja y el aéreo de ambiente. Pero antes de mover también el micrófono destinado al bombo [...], había algo que también quería probar, porque notaba que el bombo resonaba demasiado [...]. Desmonté el parche frontal de la batería y metí un jersey hasta empotrarlo contra el parche de golpeo. Luego volví a colocar el parche frontal y situé el micrófono justo delante del mismo, ligeramente en ángulo, pero casi tocándolo. Regresé a la sala de control [...] y bajé las entradas de la mesa de mezclas para que no distorsionaran cuando Ringo volviera a tocar. Entonces llegó el momento de poner en práctica la fase final de mi plan para mejorar el sonido de la batería. Conecté el limitador Fairchild del estudio [...] para que afectara solamente a los canales de la batería, y luego subí la ganancia. Mi idea era sobrecargar deliberadamente el circuito, otra vez en contra de las reglas de grabación de EMI. El "bombeo" resultante, pensaba, añadiría un grado extra de atractivo a la batería". (fragmento extraído de "El Sonido de los Beatles: memorias de su ingeniero de grabación").
La curiosidad y la intuición de ingenieros como Emerick también abrió el camino de muchas de las técnicas que se utilizan de forma habitual en la actualidad, aunque, en mi opinión, creo que no se debería dejar de experimentar nunca... ¿no creéis?
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Geoff Emerick con Ringo Starr |
Increible que la técnica del bombo de poner algo que amortigüe dentro para absorber resonancias (la utiliza todo dios) haya salido de un momento tan fugaz!!
ResponderEliminarLa intuición siempre ha sido condición inherente a la grabación y, cómo no, a la propia música...
ResponderEliminarSalud!!!